No te voy a pedir permiso

Porque para querer no se pide permiso. Pasa y ya.
Y se trata de ti. Suenas a bambuco, así no sepas a qué suenas.

No sé dónde te duele, no sé cómo se siente. No sé cómo se siente la asfixia, el no tener ganas, el levantarse y sólo querer que el día se acabe, que la vida se acabe.

Tú no sabes que te cogí de la mano y te amarré el corazón. No sabes que te quise cuidar, querer, amar. No sabes que te leí, que recorrí los libros que tenías, que me gustaba que apagaras las luces con los pies y sólo quedara abrazarnos. Vi que te despertabas con facilidad. Hay un miedo en ti que no sé de dónde viene y no sé si alguna vez me lo cuentes. Y yo quería cuidarte, no ser una visita, quedarme. Aprendí contigo que no puedo quedarme donde ni siquiera tú sabes dónde estás.

Y no sé si vales las penas. Me quedo con ganas de ti, de sentirte más, de verte sonreir amplio y de que me des besos en los ojos y en las piernas. De que me mires así. Y no te quería soltar la mano y eso me dice algo. Y conocer tu oscuridad y hacerte ver que no eres sólo eso. Y que cuando no puedas hablarme, te pueda abrazar y te quite el peso. Todo el peso.

Hacías café temprano. Te sentabas a escribir tu libro. Yo me quedaba en tu cama desnuda. Tú no sabías cómo volver, no entendías cómo yo podía quererte, interesarme, quererme quedar. Tú no sabes lo que te quise, lo que me importas. O tal vez sí lo sabes y por eso preferiste no quedarte.

Me abriste el corazón y sólo por eso vales la pena. Todavía no sé si las penas. Y quiero darte besos en la frente y en tus cicatrices. Yo también tengo las mías. Yo ya me voy y lo sabes. Pero estuve y quiero que lo sepas. Y recorrí el mundo y viajaste conmigo, te quería conmigo.

Espero te encuentres y no te asustes. Espero sepas que a mí me importas, te quiero y te cuido.

Natalia.

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