Contemplar-se

Las ramitas secas de los árboles se movían. Estaba segura que también se morían de frío.
Ya no había hojas. Recuerda haber visto a las ramas bailar con el sol. Cuando llegó en Octubre los árboles eran rojos, naranjas y amarillos. Y claro que hacía frío, era Inglaterra! Pero ella no paraba de asomarse por su ventana y sentarse en esa cama de ese cuarto chiquitico a observar. Podían pasar muchos minutos y ella entendía que había llegado a un lugar con ella misma donde estaba feliz. Miles de imágenes llegaron a su cabeza. Se miró los pies, algunas uñas mal pintadas. Se miró las piernas, llenas de frío y ya sin color. Sintió cómo sus mejillas se pusieron felices y ella sólo sonrió. No sabe qué hacer después de haber cumplido este sueño. Ahora entiende por qué su corazón siempre le pidió volar hacia Inglaterra. Contempló la franqueza del silencio, de su silencio.

Contempló la incertidumbre, los dolores que había aplazado, la gratitud que siente así se hiele por dentro. Contempló la sencillez de verse sola, de también amarse sola. Contempló las dudas de volver, de qué no había resuelto en el lugar del que salió. Entendió que su cuerpo ha cambiado, todavía no hace las paces del todo con él, pero lo respeta más. Ha usado su cuerpo como ha querido. Ha bailado y ha sonreído amplio, ha abrazado a personas de muchos rincones del planeta, se ha bajado los calzones cuantas veces ha querido y se ha dormido, roncado y estornudado. Ella ha sido feliz. Tan feliz que muchas veces cuestiona si se merece tanta dicha. Y lo contempló y sí, se la merece. Porque es de ella, porque lo deseó de lleno con el corazón. Un año viviendo un sueño no la hizo invencible, no la hizo inquebrantable, la hizo real. Ella replanteó su manera de querer, su manera de quererse. Ella me confiesa que se desvela muchas noches porque no sabe qué viene, pero sabe muy adentro que lo que viene es bueno, es grande, es para ella.

Quiero que se acuerde de este cuarto chiquitito, de las fotos que siempre pone en la pared al llegar a un sitio nuevo, porque justamente esas personas son las que la han acompañado - aún cuando haya perdido a su abuela estando lejos. Me dice que todavía su cabeza no entiende que volverá a Bogotá y no la verá más y no la abrazará más. Ella dice y piensa y siente muchas cosas. Todo el tiempo. Todo el tiempo. Quiero que se acuerde de los días en que no usaba su teléfono para nada. Sólo bajaba a la cocina, ponía música y se ponía a cocinar. O cuando se comió un rollito dulce lleno de nutella con un café en el centro de Praga y se sentó a ver cómo hacían burbujas y los niños saltaban y corrían y las reventaban aplaudiendo de felicidad. Y quiero que recuerde que en Pristina conoció la nieve y se vio niña y se sintió tan amada y acompañada.

Ella se aferra demasiado. No sé cómo le hace. Y quiero que recuerde los tequilas que se tomaba con su amigo mexicano y hablaban de la vida y del amor. Y hablaban en español y se sentían en casa. Y que reiteró que tener mucho no es tener nada, que a ella la siguen moviendo las cosas sencillas, las cosas literalmente del alma. Y ahí está haber encontrado una hermana, haber encontrado familia siria, haberse enamorado de Edinburgo y de haber subido a la montaña más alta en ciudad del cabo. Y fue en Johannesburgo donde fue una mujer blanca cuando ella se moría por gritar que sentía a Africa negra adentro, en sus caderas, en sus pies, en su ombligo. Que se acuerde que no porque quisiera enamorarse tenía que ser de él. Y que la gente que no está lista se desaparece y huye. Y así mismo olvida. Y que volvería a repetir Frankfurt con todos sus excesos y sus labios rojos. Y que la próxima vez que vaya a Vienna, la recorra otra vez. A Viena debe darle otra oportunidad.

Y ella sabe que a Budapest se lo recorrería otra vez y pasaría más tiempo en Buda y menos en Pest. Ella me dice que no sabe qué hacer con todas estas historias, todos estos lugares, todos estos amores y tantos olvidos. Ella no sabe qué hacer y por eso le pido que escriba. Le pido que escriba sobre la nieve y sobre los muertos que ella creyó haber pisado, le pido que escriba sobre su gran amigo que perdió su casa, su pueblo y su ciudad. Hoy todo es escombros. Y bombas. Y sangre. Y los niños juegan en los cráteres que ha dejado la guerra en Aleppo. Y le pido que piense en las mujeres que quiso con el alma este año, mujeres fuertes y amigas apasionadas por cambiar el mundo. Que se acuerde que cada uno de ellos hizo algo con su corazón. Y su corazón hoy es enorme y no puede con algo que sea menor a eso. Y que se acuerde que dormir con alguien y caminar de la mano... eso también lo vivió pero no llegó como ella hubiera querido. Y entendió que también hirió y reiteró la importancia de decir la verdad, así duela tanto para ambos lados.

 Me contó mil veces, así no creyera que lo hacía, me contó mil veces que su manera de pelear con el frío era oír música caribeña y la vi bailar y brillar en ese cuarto en York. Ella no sabe cómo se ve bailando, ella no sabe lo que su cuerpo hace y como su alma revolotea por todo el lugar. Ella sólo sabe que es feliz. Que ha sido feliz. Y se dio cuenta lo maravilloso que se siente dejar de sentir que está sola. No lo está. No lo ha estado. Ella sólo se empeñaba en buscar compañía en gente que desde el inicio sabía se iba a ir. Ella es terca. Terquísima. Pero también ha sido más sensata con sus propios límites. Ella no se va a olvidar del concierto privado que tuvo en Berlín... conoció a la pareja más bonita de chilenos que se amaban a punta de canciones y de tragos de jager maister y marihuana. Y cantaron en español y ella se sintió libre y contenta. Y luego llegó un irlandés y un gringo y otro tipo. Y todos cantaron y la música los hizo menos extraños. La música, la música! La música nos salva!

Y ella ha visto sus privilegios, una y otra vez. Los sintió de cerca en Suráfrica, los vivió en York y viajó con sus prejuicios y sus privilegios por muchas ciudades. Una sola maleta, un sólo par de tennis. Y se fue desarmando de tantas taras con las que creció y con las que sus padres crecieron. Y ella quiere viajar más con su hermana y mostrarle que el mundo está lleno de aprendizaje, pero sabe que cada quien encuentra su ritmo y tiempo. Y ella recordará que se conectó por medio de letras y de música en enero y que en abril vio cómo las flores llegaban otra vez. Amarillas. Moradas. Rosadas. Después de haber visto sólo hielo, capas de hielo en el pasto. Y de vuelta a Inglaterra se encantó con un tipo que tocaba el acordeón y bailaba con ganas  rock & roll. Y se enfermó pero se aferró a que todo iba a salir bien. Y todo ha salido bien. Y ella lo sabe. Sólo que ahora no sabe qué sigue... Y ella, como siempre... se pone ansiosa cuando no sabe. Porque ella es impaciente y consentida. Y hoy sabe que es chévere, que fue una buena compañía y que sólo pueden venir cosas mejores. Yo le pido no deje de escribir. Ella no sabe que hay cosas que se le van a olvidar... es inevitable.


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