La vida después del secuestro

Son pocas las ganas de vivir cuando los collares se convierten en cadenas, cuando los árboles son la única compañía, cuando las piedras sí se meten a los zapatos, cuando el único contacto son las voces en la radio.

Son cortas las esperanzas estando en la selva, pero retomar la vida después del cautiverio tampoco es sencillo. Es encontrarse con los hijos crecidos, con las paredes pintadas de otro color, con los años que pasan sin tener misericordia de nada. Es encontrarse con un mundo que avanza contra todo pronóstico, es desconocer la ciudad y sus proyecciones, es re encontrarse con la vida que quedó en pausa cuando algunos hombres les mostraron el camino hacia la montaña, y les quitaron un fragmento de vida. Es comenzar, de nuevo, a vivir.

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