Cinco gotas
Las mujeres de los años veinte le enseñaron a las de
ahora a ser sensuales. El perfume de la diseñadora Coco Chanel cumplió su
objetivo: provocar, encantar, embriagar.
Hay pocos romances que valen la pena. Algunos
antojos pasajeros que no se cuelan del todo en la piel. Hay otros que por el contrario, se sienten
vivos, descomplicados, airosos. Hay romances entonces, que se sienten con tanto
deseo que, como Grenouille (descrito por el escritor alemán Patrick Süskind como
uno de los hombres más geniales y abominables de su época), quisiéramos
envasarlos, enfrascarlos, embriagarnos.
Ciertas mujeres, a lo largo de
las historias de la historia, han conocido el éxtasis, el amor y lo simple. Han
sabido utilizar cada línea de su boca, de su cuello y de sus caderas para
encantar. ¿Hay mayor encanto que las líneas de una mujer? ¿Hay acaso algo mejor
que la provocación?
“Durante mi infancia sólo ansié ser amada”, diría la ya fallecida
diseñadora Coco Chanel. Y esas ansias de los años veinte embriagaron las pieles
de muchas mujeres que hoy saben cómo provocar, encantar, enloquecer.
Si Grenouille hubiera vivido
en la Francia de los años veinte y treinta, no le hubieran alcanzado los días
para saciarse con ese único olor a rosa, jazmín, vainilla, flor de naranjo
amargo y madera de sándalo. Hubiera probado cinco veces encontrar a esa mujer llena
de líneas, de sombras rojas, de poesía. Esa que oliera a Chanel No. 5.
Pocas han sido las mujeres que
han tenido romances que valen la pena. Por otro lado, han sido varias las que
han tenido un romance con un perfume Chanel No. 5; desde que fue lanzado en la
Navidad de 1921 y cuando se volvería cotizado gracias a la publicación de 1934
en The New York Times.
Teniendo la clase alta
encantada con la fragancia que hubiera enloquecido a Grenouille, en los años
cincuenta llegaría la mujer con la que esta vez, sería el perfume quien tendría
un romance: Marilyn Monroe. La dormía con unas gotas, la bañaba con unos
pincelazos, la enamoró como se hubiera enamorado Jean-Baptiste Grenouille de tantas jovencitas
a quienes trató de robar su olor.
Cinco gotas. Desnudez total.
Rosa, jazmín, vainilla, flor
de naranjo amargo y madera de sándalo. Una gota de cada ingrediente.
El No. 5 tiene más de 90 años
teniendo romances. Ha forjado coqueteos interminables entre hombres y mujeres.
El No. 5 ha entendido que la seducción de una mujer comienza en su olor.
La historia detrás del romance
Cuentan que Chanel No. 5
rompió esquemas de la época. Coco Chanel encargó al perfumista Ernest Beaux que
creara un perfume único y lo consiguió.
El número cinco corresponde a
la muestra que enamoró a Coco. En palabras de la diseñadora, “una mujer sin perfume es una mujer sin
futuro”. Esta frase tendría efecto en las mujeres de los años veinte en
adelante, al permitirles soñar con tener una fragancia única,
que las definiera.
El perfume se convirtió en
joya, en adorno, en maravilla. Impregnó la vida de las mujeres decididas,
directas y fieles a sí mismas, que por esa época comenzaban a tener una intensa
vida social. Se desprendieron de los estereotipos, desafiaban las leyes.
Andaban con pasos firmes, bailaban a su ritmo y sabían encantar a uno que otro
caballero con pasos de jazz o de Charleston.
Coco Chanel, aunque orgullosa
y fría, era acertada; “ponte perfume
donde quieres que te besen”. La
mujer de los años veinte (la década del jazz, como la denominó el escritor norteamericano
Scott Fitzgerald) le enseñó a la de ahora a ser sensual. Labios rojos,
pantalones ajustados, cigarrillo entre los labios y por supuesto, cinco gotas
de Chanel No. 5.
Cinco gotas. Desnudez total. ¿Hay acaso
algo mejor que la provocación?
Natalia Riveros Anzola
2013
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